“RAFAL EN EL RECUERDO”, RELATO DE JOSEP FRANCÉS GÓMEZ

Alejandra Hernandez/ mayo 9, 2022/ Gente del Pueblo, Rafal/ 0 comentarios

Barbería de Julio. De derecha a izquierda: Gabriel García Martínez.- Sentado, Manuel Rodes; Julio García Grau (patriarca de la saga). Sentado, Cano Javaloyes. En el centro y de pie: Cano “el Varillas”. En el extremo izquierdo de la foto: Paco García Martínez. Sentado, José Rodríguez “el Español”; Julio García Martínez. Sentado, José “el Murciano”; José García Martínez. Sentado, Vicente “el Mozo”.

En el programa de fiestas del año pasado se habló de los inicios de la barbería de Julio.

Con este escrito queremos completar un poco más la trayectoria de la barbería añadiendo algunas anécdotas, y aunque somos conscientes que en dos folios no se puede expresar un siglo de servicio a Rafal, sí que podemos darnos una ligera idea de cómo han cambiado los tiempos desde principios del siglo XX a los comienzos del siglo XXI.

La solera de un negocio no está en el negocio en sí, sino en la cantidad y calidad de las personas que han pasado por el mismo, tanto de las que han regentado el negocio, como de las personas que lo han utilizado como clientes.

La barbería de Julio es uno de estos establecimientos a los que nos referimos. Primero porque ya casi ha transcurrido un siglo desde su puesta en marcha de cara al público y por él han desfilado generaciones y generaciones de rafaleños para “afeitarse, arreglarse o pelarse” según el  lenguaje utilizado en el argot de la barbería, o a relacionarse, porque hasta hace poco tiempo no era nada raro ver en la barbería un tablero de ajedrez donde se organizaban partidas y campeonatos.

 La labor social de la barbería trascendía al desarrollo del oficio en sí. Era un centro social donde podías reunirte, siempre estaba abierta, y relacionarte con los clientes que iban a afeitarse y con los que iban a contar los chascarrillos del momento.

Desde antaño se ha utilizado la barbería de Julio para arreglarse y prepararse a vivir los acontecimientos más importantes del momento: festividades locales cívicas y religiosas, bautizos, comuniones, bodas o cualquier evento social que fuese de especial relevancia para la persona en cuestión.

La barbería ha sido testigo del paso del tiempo y de las modas. De cómo han cambiado los tiempos y hemos pasado del blusón y las alpargatas a los pantalones vaqueros o acampanados, de la moda de las patillas y del pelo a lo “yeyé” a las cabezas casi afeitadas o al corte del uno, del paso de afeitarse una vez a la semana con una barba cerrada y espesa sin apenas poder rasurar con la navaja por muy bien afilada que estuviera, al afeitado diario casero. Al tiempo donde todas las cabezas utilizaban sombrero o boina a llevar siempre la cabeza descubierta.

La barbería de Julio ha sido pues, testigo mudo de todos los eventos sociales que acontecían en Rafal. Desde la llegada de los señores marqueses o del señor obispo, a la celebración de las fiestas patronales o de la semana santa de los años sesenta del siglo XX, donde las largas colas que se producían en la iglesia para recibir el sacramento de la confesión eran también aprovechadas para pedir turno en la barbería (la puerta lateral de la iglesia está enfrente de la puerta de la barbería). Y cómo no, ha sido testigo de grandes profesionales. Toda la familia dominaba el arte de la barbería.  Julio padre, él a la cabeza, seguido por sus hijos Julio, Gabriel, Paco y Pepe, que llevó la barbería a su cargo durante 65 años y en la actualidad la ha cedido a su hijo, también de nombre Pepe.

Digo de grandes profesionales porque a “pelar” no se ponía nadie que no se hubiera ganado el sillón. Era como una reválida de los estudios superiores. Si no pasabas el visto bueno del maestro nadie cogía la máquina de pelar o la navaja de afeitar.

Ganarse el sillón no era tarea fácil y había que pasar duras pruebas de aprendizaje al lado del maestro barbero. Cabe decir que el titular durante sesenta y cinco años Pepe García Martínez quería de niño que le compraran una bicicleta y como su padre era más riguroso que la madre, a ella acudió Pepe para que intercediera delante de su padre. El recado fue transmitido a Julio, y este contestó que tendría la bicicleta cuando se ganase el sillón. Y así fue, la bicicleta le llegó cuando se la ganó, no sin antes pasar el riguroso examen de un profesional de la barbería, su padre Julio, quien lo tuvo a prueba durante un largo tiempo en los que aprendió el oficio, no sin los esfuerzos que conlleva   pelar, afeitar, ir a las casas tanto de Rafal como de la huerta a cumplimentar la obligación de barbero y atender a la clientela en lo que demandase, por supuesto haciéndolo bien y sin recibir ninguna queja por parte de los clientes.

De pie.- José García Martínez. Sentado José Murcia Murcia

Cuenta Pepe García Martínez, que un día se fue a pelar a la huerta, ya con su bicicleta, a toda una familia, padre e hijos. Cuando le tocó el turno a uno de los niños, este no quería cortarse el pelo por nada del mundo y se subió a un árbol. De nada sirvieron los requerimientos de los padres y de los hermanos, el niño dijo que no quería bajar.

 Pepe García Martínez actuando como gran profesional y psicólogo, le hizo una propuesta: “Si me subo contigo al árbol y te cuento una historia te dejas que te pele?

 El niño le contestó: “Si me pelas aquí arriba sí que me dejo”

 Pensado y hecho. Pepe cogió la maquinilla, peine y tijeras y trepó por el árbol. Y allí encaramados los dos en una rama y al son de los pájaros peló al niño sin ningún otro contratiempo.

Otra anécdota curiosa es la que protagonizó Antonio (nombre ficticio), que llegó a la barbería un sábado y estaba llena hasta la bandera. Al entrar dijo con cara de pena: “Tengo a mi mujer mala”.

Uno de los clientes que estaba esperando contestó: “Si estos señores no tienen inconveniente, por mi parte, puedes pasar el primero”.

Todos asintieron, cómo no, ante un hecho tan trascendente.

El tío Antonio le dijo a Pepe que lo pelase. Después le dijo: “Mira, ya que estás, aféitame”.

Acabó el hombre de arreglarse y con toda la parsimonia del mundo se sentó en una silla y se lio un cigarrillo.

El señor que le había dejado pasar le recriminó diciéndole: “Antonio, no tienes a tu mujer mala?”

A lo que éste contestó con sorna: “Claro que la tengo mala. ¿Qué hay alguno que la tenga buena?

Este comentario no se puede sacar de contexto, pues sucedió a mitad del siglo XX donde las mujeres y la suegra estaban en los chistes. Desde estas líneas nos adherimos al respeto que se merecen todas las mujeres como parte fundamental y esencial de la sociedad.

A mitad del siglo XX todos los fines de semana la afluencia a la barbería era multitudinaria. De ahí surge la siguiente anécdota.

Un señor había aprovechado la tanda para regar de noche. Acabó de madrugada, y pensó lo que pensó: “Voy a hacer tiempo para presentarme en la barbería y que me arreglen el primero”. Pensado y hecho.

Lo que no sabía era que iba a crear controversia por su decisión con el tío Mingo que siempre era el primero en arreglarse.

Este señor, con tono jocoso le hizo saber que en esta ocasión no sería él el primero.

El tío Mingo le contestó: “Pedro, no te preocupes que lo de hoy no volverá a pasar”.

Y el tío Mingo todos los domingos, fuese verano o invierno, a las dos de la madrugada se presentaba a la puerta de la barbería para guardar el turno y ser el primero. Sin duda era hombre de fuertes convicciones.

José García Martínez con su hijo José García Valero

Para cerrar este pequeño homenaje a la barbería de Julio quiero darle las gracias a Pepe García Martínez, por sus 65 años dedicados a la profesión, por haber atendido siempre a todo el mundo que ha requerido sus quehaceres, por tener ese servicio a domicilio para las personas enfermas o que  por motivos diversos no podían ir a la barbería, por haber contribuido con el club social de ajedrez, por haber fomentado la oratoria, mantenido el orden en la barbería y no dejar que la patulea entrara en el local, y, sobre todo, por ser tan buen profesional.

Debes saber que la mejor sonrisa siempre va dedicada a ti cuando acabas de cortar el pelo y pones el espejo para ver el resultado del corte:

“Perfecto Pepe, no eres un barbero. Eres un escultor”

Gracias a la barbería de Julio por sus servicios y que la veamos abierta por muchos años más de la mano de José García Valero.

 El continuador de la saga José García Valero

 

                          Josep Francés Gómez, cliente de la barbería de Julio

                                                 Rafal, mayo 2022

 

 

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