¿Qué es del cine con el que yo crecí?
¿Qué es del cine con el que he crecido?
Atrás quedan los tiempos en que uno paseaba por las calles de su pueblo o ciudad y podía encontrarse con grandes expositores que mostraban, a la luz de brillantes noeones, los cuadros y carteles con las imágenes de bellas mujeres, estampas de paisajes exóticos, escenas de épocas históricas o mundos futuristas; estaban en el cine del pueblo, o de nuestro barrio, y nos invitaban a adentrarnos, desde nuestra solitaria butaca, en un universo de sombra y de luz que alimentaba nuestra fantasía. Expositor del Museo de Puçol. © Fotgraf. José Antº Cayuelas
Hoy en día hay que ir ex-profeso a un centro comercial, donde como personajes orwellianos nos dirigimos a reducidas salas sembradas de palomitas de maíz, para ver lo que “el gran hermano” nos hace creer que es cine. Bajo la luz y la sombra de una aparente multioferta, nuestro deseo de diversión, de sentir experiencias que nunca podríamos vivir de otro modo, de conocer, se ve reducido a aquello que la ley del mercado nos permite.
Poseemos un caballo alado con el que surcar los cielos de la libertad. No es Pegaso. Es “la nube” que encierra nuestras inmensas ansias en las reducidas dimensiones de una pantalla LCD o el monitor TFT. Pero con él, desde el confortable sillón o sofá de nuestro salón podemos “descargar” todo un mundo de ilusión.
Hemos perdido el placer de pasear por la calle, de detenernos con admiración ante las imágenes publicitarias de una película, de comentar con la taquillera que tal es la película mientras adquirimos la entrada, de inquietarnos en el oscuro viaje hasta nuestra butaca tan solo guiados por la ciclópea luz del acomodador, de fascinarnos cuando ante nuestros ojos se ilumina la pantalla y comenzamos a vivir otra vida.
Como genios en la lámpara, debemos revelarnos ante tan insidiosa custodia, y la educación debe ser el buen Aladino que abra esta particular cancela.
El cine en las aulas de colegios e institutos puede y debe convertirse en un excepcional recurso para la enseñanza, a la vez que se puede convertir en un medio para formar espectadores que degusten el placer de ver cine. El educador, profesor, y también -honrando a la “ley de igualdad”- la educadora, la profesora, tienen que abandonar el uso de las películas de cine para entretener las horas de tutoría y guardia o para cumplir con la cuota de participación en las “jornadas culturales” de los centros educativos, y utilizar el CINE -sí, CINE con mayúsculas- como un instrumento completamente integrado en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El CINE posee un carácter interdisciplinar que lo hace adecuado para ser empleado en cualquiera de las materias que conforman el diseño de un curso escolar. Emplea un lenguaje cuya comprensión permite transmitir una amplia gama de mensajes personales y colectivos. Muestra unas imágenes de espacios y tiempos, unas situaciones oníricas y reales que lo hacen testigo del mundo.
El cine nos revela problemas sociales y morales, realidades históricas y dimensiones psicológicas sobre las que el alumno puede reflexionar dentro y fuera del aula[1]. Y son muchas, desde diferentes ámbitos, las iniciativas que se tienen para que, cada vez más y mejor, ese alumno actual se convierta el día de mañana en un espectador no de aquello que le dan sino de lo que él elige libremente. En este sentido, dos grandes aficionados al CINE y a la sazón profesores de enseñanzas medias, Manuel García Pérez y quien este artículo firma, han impartido recientemente un curso de formación del profesorado que desde su título, “Educación en valores a través del cine”, pretende que con los ojos del cine se pueda echar una mirada dentro del aula. Introducir el CINE en el aula permite poder trabajar en ella con una nueva perspectiva, con el fin de que los conocimientos a impartir dispongan de nuevos recursos de aprendizaje. Simultáneamente, ese mismo conocimiento, una vez aprendido, permite un mayor deleite en el ejercicio de la libertad de elección, lo que revierte en que se forman espectadores cinematográficos más cualificados.
Es nuestra intención convertir el CINE en un recurso para la adquisición de conocimientos, el desarrollo de procedimientos y la asimilación de actitudes que hagan de esos alumnos con los que trabajamos día a día personas de conciencia crítica, con las que podamos compartir sensaciones, inquietudes, en definitiva, el afán por vivir un mundo pleno de percepciones sensoriales y lejano a la frialdad gris y mecanicista que nos envuelve. José Antº Cayuelas Grau
[1] Son palabras del profesor de Literatura y Lengua Castellana en el I.E.S. “Santiago Grisolía” de Callosa del Segura (Alicante) D. Manuel García Pérez escritas en el informe-proyecto de presentación del curso que se menciona en el texto, y que el CEFIRE de Orihuela (Alicante) presentó en su oferta formativa correspondiente al 2º trimestre de 2007.